domingo, 6 de diciembre de 2015

la espera

Las sillas de plástico se vuelven más y más incomodas hasta que permanecer en pie parece una buena opción, pero el cansancio ya pesa en todas las extremidades y esperando aferrado a la posibilidad de que todo fuera un mal sueño y nada de esto esté pasando.

La primera tarde todo parecía un nefasto presagio que pasaba tan rápido mientras observaba a todo el mundo corriendo de un lado para otro ocupados en sus tragedias personales hasta que cayó la noche y la sala se quedó casi vacía con solo las lámparas para mantener a raya la oscuridad y ni una triste sombra donde refugiarme de la realidad, nos quedamos los pocos rezagados que pasaríamos la noche ahí, apresurándose a formar pequeños grupos para no enfrentar solos la espera, otros como yo se recluían a si mismos en un silencio de miradas aterradas y extremidades entumidas, la primera noche mientras el frió se extendía por la sala yo solo era consciente de una sensación de pánico dentro de mi y las muchas horas que se escurrían con desesperante lentitud.

Así conocí esa sensación de vértigo que te hace creer que un agujero negro se acaba de abrir de forma inexplicable a la mitad de tu estómago y todas tus entrañas están siendo succionadas por él  y que de alguna forma acabara por tragarte de dentro hacia afuera sintiendo los órganos extenderse y reventarse y la piel distenderse hasta desgarrarse y voltear a un lado y otro y darte cuenta de que sigues sentado en la misma silla sin haber pegado el ojo en toda la noche y estas completo pero no es así, algo se ha roto de forma irreparable.
Es difícil entender hasta que punto un dolor puede comenzar tan dentro de uno y extenderse hasta convertirse en algo físico capaz de tirarnos al suelo y doblegar nuestro cuerpo, cuando no se puede gritar por que la voz se niega a salir y no se puede ni siquiera llorar por que no es suficiente para expresar cuanto duele.

El siguiente día, esperamos que lleguen las noticias y acaben con la incertidumbre que nos mantiene pensando en todas las cosas horrendas que podrían pasar y deseamos con toda nuestra alma que no pasen, el calor aumenta conforme la sala se llena y me doy cuenta por primera vez de un fuerte olor que satura mis fosas nasales, es el miedo que y la desesperación que desprenden algunos con tal intensidad que casi se puede palpar como un aura visible a su alrededor y sin conocerles sentirse identificado con la sensación, soy uno de ellos, y así nos mantenemos con terquedad aferrados a nuestros asientos  como temiendo que si nos levantáramos aunque fuera solo por un momento terribles cosas pasarían, las malas noticias y las tragedias que creemos estar evitando al quedarnos sentados a pesar del hambre, el cansancio y la incomodidad se desatarían en cuanto nos descuidáramos un minuto y cuando esas noticias llegan por fin y nuestros peores temores se confirman y al final todo pasa...
Pero jamás recuperare es pequeña parte de mí que quedo perdida en esa sala de espera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario